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Lola del Castill0 (2)

 

Piel de Guayaba

 

 

"SIN TÍTULO"  óleo 89x116 cm.

 

 

 

 

 

"SIN TÍTULO" óleo 41x33 cm.

 

 

 

 

 

"SIN TÍTULO" óleo 89x116 cm.

 

 

 

 

 

"SIN TÍTULO"  óleo 81x116 cm.

 

 

 

 

 

La Tierra Imantada

 

 

"SIN TÍTULO" (1997) óleo/lienzo 116x89 cm.

 

 

 

 

 

"SIN TÍTULO" (1997) óleo/lienzo 27x46 cm.

 

 

 

 

 

"SIN TÍTULO" (1997) óleo/lienzo 116x89 cm.

 

 

 

Otro cuadro en la sección XXV Aniversario

 

  POESÍA DE LOS RECTÁNGULOS AZULES

Enrique Andrés Ruiz

No quiero decir que la geometría no pueda ser de piedra de toque para pinturas de alta densidad emotiva y poética. "Sueños geométricos" se tituló la exposición organizada por Juan Manuel Bonet en Arteleku en 1993 para demostrar todo lo contrario sirviéndose de una muestra de pintores abstractos como Alejandro Corujeira o José Ramón Amondarain, y figurativos como Antonio Rojas o Dis Berlin venían a desmentir la condición inevitable y excluyentemente fría y racional de las contexturas de apoyo rectilíneo. Esa ambigüedad, esa conciliación de construcción y libertad, de sentimiento y pureza, de emoción y orden, que resultaba en ellos palpable, pudiera muy bien caracterizar de igual modo a Lola del Castillo pero, en su caso, estamos hablando de una pintura no sólo figurativa sino de vocación realista, y, sin embargo - esto es lo que la hace original - de invocación geométrica. Nada me extrañó, pues, a la vista reciente de las últimas pinturas de la artista canaria, acabar pensando en algún pintor querido para las últimas promociones, como Hopper, al que invitaban a recordar algunos de los cuadros de fachadas urbanas estrictamente frontales, o terminar evocando versos de poetas que figuran en el altar de las advocaciones personales..

"Alameda de rectángulos azules" dice el verso con el que comienza su "Canción cubista" el peruano José María Eguren, un poeta que me vino a la memoria al contemplar los cuadros de pequeño formato, los mínimos y delicados detalles de estas pinturas, geométricas y poéticas, por tener en él, quizá, desde siempre, a uno de los ejemplos señeros en los que mejor se funde, en las primeras décadas del siglo, el latido evocador del simbolismo y el rigor - nunca deshumanizado del todo - de la vanguardia que venía. "En las sombras verdes,/mariposas cubistas", dice otro verso de Rondinelas, y otro "En la sombra/ríen los triángulos". Pues bien, la casa de Lola del Castillo, una de las casas, como ya he dicho en otra ocasión, más hermosas que he visto en mi vida, una casa-buque en la humedad neblinosa de La Laguna - algo parecido a la garúa limeña - propia de novela del realismo fantástico, resulta, tras sus ocres tapias y más allá de los mazos de buganvillas rosadas "casa vetusta" egureniana en la que "se ve multicolora/la danza clara" de duendes góticos y de mágicos sueños que huyen al despuntar el alba y que sólo dejan en la pintura de los rincones de sus largos pasillos y de sus navegantes estancias el hálito vacante de su huella y una ausencia en cuya sombra ciertamente ríe con muecas la geometría de los lienzos...

Más allá de los pintores que intentan, como leo en tantas reseñas "deconstruir la pintura", es decir, trabajar retóricamente para mostrarnos la falsedad de la representación, para devolvernos, después de chocar contra un muro, la imposibilidad y el fracaso de nuestra mirada, Lola del Castillo, nos hace emprender con ella un viaje que, como el de toda auténtica pintura, lo es sin regreso, lo es en el extravío hacia un "país amarillo de arenas claras", como el de Eguren y como el de muchos otros poetas y pintores para quienes un voluntario aislamiento en un mundo intimo, una deliberada reclusión en la intensidad y en el ahondamiento de un espacio cerrado y propio, no tuvieron nunca por qué estar reñidos con una expresión rigurosa, fatalmente contemporánea y actual...

© Enrique Andrés Ruiz
(Extracto del texto para el catálogo de la exposición en Medinaceli de 1997)


Lola del Castillo (1)


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