Soria Comentada

Castillo de Hinojosa de la Sierra

Un día, removiendo legajos en el archivo, encontré una historia en uno de ellos, demasiado humana, se refería a los señores del ahora paredón, antaño castillo de los Hurtado de Mendoza, propietarios del castillo de Hinojosa. Se refería a intentos de hacerse con el patrimonio del señor de Alparrache en detrimento de su propia familia directa. El de Alparrache, quien tal vez mantuvo relaciones con la madre del señor del paredón, viéndose enfermo y olvidado de su amante, dejó escrito “en fuerzas de instancias y persuasiones con la expresa condición de haberme de mantener y alimentar con la decencia correspondiente a mi calidad y circunstancias, cuya cesión, por causa de ingratitud y exoneración de mi conciencia...”, revocó todas las prebendas que otorgó y decidió dejar las rentas a su hermana y sus descendientes, por ver si ella le cuidaba mejor. Siempre ha sido igual, de aquellos polvos vivimos hoy los lodos, sin que el ser humano escarmiente en eso de herencias y capitales. Por eso yo prefiero, y creo que el fotógrafo también, imaginar, alrededor de los muros arruinados como las vanidades de la noble familia, el entorno de humedales que deja la tierra ahíta por el Duero, y a las aves zancudas que acuden sin otro afán que vivir en armonía con el agua, incubando sus huevos, ajenas a los legajos decadentes y evidentes de un pasado de codicia.

© Isabel Goig

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