Cuando el conde
de Coruña, señor de Rello, quiso recuperar su título nobiliario,
mandó a sus fieles administradores para que testificaran diciendo
que tenía muy buena fortaleza edificios y aposentos, y la villa
estaba cercada muy bien; otros decían que la fortaleza era
una torre maltratada y la cerca tenía algunos portillos y la casa
estaba para hundirse y el conde la hizo toda de nuevo... que el
conde lo hizo todo de nuevo... que el conde después que compró a
Rello la cercó de cal y canto, edificó la fortaleza y la casa y hizo
algibe, cavas, troneras, barrera, baluartes y otros muchos edificios
en que gastó como tres cuentos de maravedís. Y que el conde, en
fin, trató muy bien a sus vasallos. ¿Trató bien alguna un conde a
sus vasallos? No sabemos, tal vez sí, tal vez mejor que los
recaudadores reales. Pero de eso no queda constancia en los
archivos. Hoy Rello es una isla pétrea en medio de otras piedras con
aspecto lunar, y bordeando las murallas discurre un río de donde, a
veces, se escucha a unas muchachas cantando el romance del Conde
Olinos mientras lavan la ropa.