EL SOTO DE GARRAY

Informe Arqueológico de la Dehesa y El Soto de Garray

Fernando Morales Hernández

Procedencia: Archivo de la Asociación Soriana para la Defensa y Estudio de la Naturaleza (ASDEN)

 

Una necrópolis medieval en El Soto de Garray (Soria)

 

El hallazgo fortuito producido hace algunos años en el Soto de Garray (Soria) con motivo de la puesta en explotación de una planta de lavado de gravas, de lo que parecía ser una necrópolis medieval, constituye el centro de este trabajo en el que se dan a conocer los resultados de las dos campañas de excavación de que fue objeto (1).

Circunstancias del hallazgo

El yacimiento apareció de forma casual a comienzos del verano de 1982 en terrenos de una gravera en explotación; cuando se dio la voz de alarma al Museo Provincial el cementerio estaba prácticamente destruido. No obstante se llegó a tiempo de salvar de las palas mecánicas una pequeña franja de tierra donde posteriormente se encontraron las tumbas que vamos a estudiar (2). También se pudieron recoger, dispersas, varias cabeceras monolíticas labradas en sillares de arenisca que habían quedado intactas, y que fueron trasladadas al Museo Provincial.

Testigos presenciales nos informaron que las tumbas destruidas alcanzaban un número entre 80 y 100, cifra que consideramos excesivamente elevada y que responde sin duda a una interpretación exagerada de los restos.

Por otro lado, un cálculo nuestro basado en el número de cabeceras monolíticas halladas, en la gran cantidad de lajas y bloques de piedra labrados que se encuentran dispersos por toda la zona, y en la densidad de las tumbas aparecidas en el área excavada daría un número de en torno a 50 enterramientos estruidos.

Situación y emplazamiento

El hallazgo tuvo lugar en el paraje llamado “El Soto”, perteneciente al término municipal de Garray, en el sitio conocido hoy como “Gravera del Soto”, a unos 3,5 kms. del núcleo urbano, a 1º 12’ 20’’ de longitud E y 41º 49’ 00’’ de latitud N., hoja número 350 del mapa 1:50.000 del Instituto Geográfico y Catastral.

El yacimiento se encuentra enclavado en una zona extensa, llana o ligeramente ondulada, comprendida entre la sierra de Carcaña y el río Duero, cuyo suelo es un depósito antiguo de gravas y tierras arenosas (3).

El lugar ha sido empleado siempre como zona de pastos y arbolado, razón por la cual no han aparecido restos hasta la fecha, no quedando por lo demás en la toponimia ninguna noticia ni recuerdo de su existencia.

La excavación

La excavación de este yacimiento estaba encaminada a cubrir dos objetivos básicos: tratar de obtener una aproximación cronológica y constatar, si los hubiera, los diferentes momentos de utilización.

Cuando se planteó la intervención se pensó tanto en la naturaleza de la misma, que debía ser en gran área para tener una visión de conjunto del cementerio, como en el modo de llevar un control minucioso sobre los posibles hallazgos que se fueran produciendo a lo largo de los trabajos.

Con un sistema de coordenadas cartesianas que abarca todo el yacimiento se dividió el terreno en cuadrículas de un metro cuadrado, partiendo de un eje principal denominado “línea 0” orientada E-O que se extiende por la máxima longitud de la zona a excavar, y otro eje transversal al primero.

Se han realizado dos campañas de excavación: la primera de ellas en 1984 con 35 m2 abiertos, hallando 12 enterramientos; en 1985 se realizó una segunda campaña ampliando el área en 30 m2, descubriendo otras 10 tumbas.

Restos constructivos

En una zona de la necrópolis, revuelta por las palas mecánicas, encontramos algunos restos de construcción y quizá también de cimientos que denuncian la presencia de un edificio, al parecer de reducidas dimensiones.

Se nos informó que dichos cimientos formaban un cuadrado de unos cinco metros de lado y que fueron hallados en la parte norte del cementerio. Los restos a que nos referimos son piedras sillares de arenisca y grandes piedras sin trabajar, algunas de las cuales conservan todavía restos de calicanto con que fueron unidas; también se encuentran algunas pequeñas piedras unidas con cal y que seguramente formaron parte de la fábrica de mampostería de una pared.

Especialmente abundantes son los fragmentos de teja que se encuentran por toda la zona revuelta del yacimiento; por el contrario, sólo se ha podido constatar la presencia de algunos ladrillos de tipo compacto.

Concluyendo, podemos decir que esta construcción podría haber sido un edificio de carácter religioso, una ermita posiblemente, al amparo de la cual se formó este cementerio que estudiamos.

Materiales

En la zona alterada de la necrópolis se han recogido algunos pequeños fragmentos informes de cerámica, mientras que dentro de un contexto cerrado no se ha podido detectar ningún fragmento, por lo que deben ser considerados con las lógicas reservas.

La totalidad de la muestra ha sido realizada a torno rápido a juzgar por las estrías regulares y paralelas del interior de las piezas.

Las pastas presentan al interior y exterior tonalidades rojizas o marrones claras, no faltando algún ejemplar de color grisáceo. Es de destacar el hecho de que el alma de estos fragmentos es sistemáticamente oscuro, lo que denuncia la aplicación de una atmósfera reductora en algún momento de la cocción. Como desgrasante se ha empleado cuarcita y mica, de calibre grueso la primera (hasta 1 mm.) y muy fino la segunda.

En algunos fragmentos encontramos una decoración pintada a base de líneas negras, generalmente horizontales, sobre los hombros o panza de la vasija.

La escasa entidad del grupo junto a lo fragmentario de las piezas nos impide precisar su forma así como determinar su cronología.

Los enterramientos

Los trabajos de las palas mecánicas por toda la zona, han despojado al yacimiento del nivel superior de grava, imposibilitándonos siquiera una aproximación altimétrica. Hasta tal punto que quedaron al descubierto dos tumbas, a las que hemos llamado “tumba I” y “tumba II”, que fueron alteradas parcialmente en sus cubiertas y que remos incluido en el área elegida para realizar la excavación.

(El trabajo de Morales estudia desde la tumba I a XXII. Destacamos lo que, a nuestro juicio, parece más interesante).

Tumba I, tiene forma antropomorfa, guarda algunos restos de un esqueleto de adulto.

Tumba II, forma trapezoidal, esqueleto casi completo cuando fue descubierta, pero al hacer la excavación sólo quedaban restos.

Tumba III, forma ligeramente trapezoidal. Polvo de huesos.

Tumba IV, forma rectangular, ligeramente antropomorfa. Restos óseos.

Tumba V, de lajas de forma antropomorfa. Restos de esqueleto muy consumidos.

Tumba VI, infantil de lajas en forma rectangular.

Tumba VII, antropomorfa, esqueleto casi completo.

Tumba VIII, rectangular, de lajas, no se encontraron restos óseos.

Tumba IX, de lajas antropomorfa. Esqueleto completo, a los pies restos de otro infantil.

Tumba X, infantil de lajas, forma rectangular. Fragmentos y polvo de huesos.

Tumba XI, infantil de lajas de forma rectangular. Apenas restos.

Tumba XII, bloques de forma antropomorfa. Pocos restos, polvo y huesos pertenecientes a más de un individuo.

Tumba XIII, de lajas de forma antropomorfa. Restos en mal estado.

Tumba XIV, de lajas antropomorfa. El fondo de la tumba está constituido por una especie de empedrado a base de cantos menudos de río.

Tumba XV, de barro, antropomorfa, esqueleto infantil bastante completo.

Tumba XVI, rectangular ligeramente trapezoidal. Esqueleto adulto casi completo.

Tumba XVII, infantil de lajas, rectangular. Algunos fragmentos y polvo óseo.

Tumba XVIII, de barro, forma rectangular. Restos adultos e infantiles.

Tumba XIX (permanece cerrada). De lajas.

Tumba XX (permanece cerrada). De lajas.

Tumba XXI (permanece cerrada). Infantil de lajas.

Tumba XXII (permanece cerrada). Infantil de lajas.

Conclusiones

En total contamos con 22 enterramientos cuya cronología medieval, en conjunto, queda fuera de toda duda por la tipología de las tumbas.

Es de destacar como viene siendo corriente en este tipo de necrópolis, la pobreza de datos dada la carencia de materiales fechables, por lo que debe ser la tipología de la estructura tumbal el punto de apoyo para obtener una cronología que, por otro lado, se nos presenta como excesivamente amplia e insegura.

Tipología

(resumen)

- Tumbas de lajas

- Tumbas de bloques

- Tumbas de barro

Orientación

(resumen)

Todos los enterramientos de esta necrópolis, sin excepción, están orientados E-O con la cabecera al poniente, y mirando al E. No obstante esto, existen ligeras desviaciones más o menos pronunciadas en todas las tumba.

Distribución espacial

Contrariamente a lo que ocurre en otros conjuntos cementariales adonde la fuerte densidad de enterramiento hace que materialmente se atropellen unas a otras, agotando el terreno disponible, en la necrópolis de El Soto no parece ser el problema tanto el espacio cuanto la anarquía que reina en la distribución, lo que revela la carencia de un ordenamiento sistemático de las tumbas.

Ligado al problema de la distribución espacial aparece el fenómeno de las superposiciones de las que son claro ejemplo las tumbas I/VIII, II/V y VI/XVIII/XIX.

Las superposiciones nos proporcionan una información cronológica relativa para algunos enterramientos ya que nos dice que las tumbas que están debajo son anteriores a las que están encima; esto, con ser una evidencia, no es aplicable sino a casos particulares como hemos dicho, y por tanto es imposible generalizar y a partir de aquí establecer niveles, sobre todo porque estas superposiciones ocurren en ocasiones dentro de un mismo tipo (tumbas II/V, por ejemplo). No obstante, si atendemos a las altimetrías de los enterramientos podemos ver que las tumbas de bloques aparecen cerca de la superficie, por lo que se las debe considerar como más recientes en la vida de la necrópolis.

Cronología

Uno de los problemas que plantea esta necrópolis, por no decir el principal, es determinar su cronología. La total ausencia de materiales que nos pudieran ofrecer una datación hace que tengamos que recurrir fundamentalmente a la tipología de los enterramientos para poder determinar un marco cronológico.

Aunque el conjunto cementarial de El Soto parece corresponder a un mismo momento, la datación puede ser realizada en base a los dos tipos principales de enterramientos hallados: tumbas de lajas y tumbas de bloques.

Si los primeros trabajos sobre necrópolis medievales situaron las tumbas de las lajas en el siglo XI (4), posteriores estudios llevaron esta fecha al siglo siguiente (5) para prolongarla otros durante todo o buena parte del XIII; valga recordar aquí entre otras necrópolis las ya citadas de Hormilleja, Valeria y Tiermes (6).

Por otro lado, las tumbas de bloques ofrecen generalmente fechas superiores que irían desde el siglo XII-XIII en San Juan de los Caballeros y San Millán, hasta el siglo XV como lo prueba la necrópolis de Tiermes aunque en este caso la cronología, siglo XIV, está basada en criterios puramente altimétricos. No obstante hay que tener presentes las evidencias numismáticas de la tumba-osario de San Pedro de Caracena (7) y las del cementerio de San Juan de Duero (8). Así pues, y tras lo dicho, parece ser que, con cierta seguridad, este tipo de tumba se emplea durante los siglos XIII y XIV.

Teniendo en cuenta el análisis hasta aquí realizado, la tipología y proporción de las tumbas, así como el fenómeno de la superposición, la necrópolis de El Soto puede situarse cronológicamente entre la primera mitad del siglo XII y las primeras décadas del XIV.

El entorno físico e histórico de la necrópolis

La aparición de este insospechado cementerio nos obliga a plantear no sólo una aproximación cronológica, como ya hemos dicho, sino a tratar de encuadrarlo en un contexto espacial e histórico de la zona en el que su presencia adquiera pleno sentido y sin el cual este trabajo quedaría incompleto.

Aunque en 926 las huestes navarras de Sancho Abarca habían empujado a los agarenos al otro lado del Duero, las terribles razzias de Almanzor contra los reinos cristianos a fines del siglo X, que convirtieron el Alto Duero en teatro casi diario de los ataques moros, harían huir a la población dejando desolados y yermos estos parajes.

Del año 1016 es el deslinde entre el Condado de Castilla y el Reino de Pamplona (9) en el que se hace referencia al cerro en que estuvo emplazada la ciudad celtíbera de Numancia llamándolo “Garrahe” y haciendo constar su despoblación.

Hacia mediados del siglo XI se reconquista esta zona del Duero, y a comienzos del XII, con la toma de Medinaceli, la totalidad de la actual provincia de Soria, con lo que se aleja el peligro musulmán, dando paso al fenómeno repoblador. En este sentido, existe un documento en el que encontramos la fecha de la repoblación de esta comarca, año 1076 (circa) en la persona del conde don Alonso García Ordóñez, Señor de Calahorra y Nájera y Adelantado del Rey Alfonso VI de Castilla (10). Y de un año después, 1077, es un escrito del mismo rey en el que confirma la donación de la Iglesia de Santa María de Tera por parte del conde García Ordóñez al abad de San Millán, firmando el documento como testigos “omnis populus civium garrensium”.

Estos documentos nos ofrecen la fecha de la repoblación de la zona, segunda mitad del siglo XI, y por lo tanto una fecha “post quem” para el inicio de la necrópolis.

Por otro lado, las excavaciones arqueológicas practicadas en el cerro de Numancia en 1970, ofrecieron vestigios constructivos y cerámicos que fueron fechados en torno a los siglos XI y XII (11), y que sin duda corresponden a la aldea de cuya fundación fue responsable el Conde García Ordóñez. Y en relación con esta primera aldea queda, como resto único, la pila bautismal mozárabe fechada a fines del siglo XI, que se guarda en la ermita de los Mártires (12).

Tras esta primera repoblación, ya desde finales del siglo XI, el entorno se verá rápidamente salpicado de nuevas pequeñas aldeas como consecuencia de una intensa repoblación propiciada por los monarcas (13). En 1158 y 1196 vemos que ya se cita en documentos a Oter de Selas (Tardesillas) (14) y poco después, en 1212, fundarse en este mismo lugar un monasterio cisterciense que perdurará hasta 1285 (15); y en 1231 se concluye en Garray la ermita románica de Los Mártires (16), quizá sobre el mismo solar que ocupó la iglesia de la primitiva aldea (17). Debió ser por estas fechas, fines del siglo XII y comienzos del siglo XIII, cuando los pobladores del cerro descendieron al llano originando el actual pueblo de Garray.

En el padrón que Alfonso X mandó hacer de los vecinos de Soria, en 1270, no vemos aparecer Garray, pero sí otros núcleos próximos a la necrópolis como Pancaliente (llamado también San Hilarión y el Amador, y que hoy es un despoblado apenas visible) con cinco vecinos; Tardesillas con seis; Garahejo (Garrejo) con cuatro y Soto con uno (18), y que a mediados del siglo XIV, casi un siglo después, en la Sentencia de Concordia de Soria y su Tierra, de 1352, vuelven a aparecer: Garray con once pobladores, Pancaliente con cuatro, Garrejo con tres y El Soto con uno (19), lo que demuestra la continuidad del poblamiento en la zona.

Hemos visto que la fase repobladora de la comarca tiene como eje el tránsito del siglo XI al XII, por lo que el inicio de la necrópolis debe situarse dentro de la primera mitad del siglo XII, fecha que coincide plenamente con la que nos ha ofrecido el estudio tipológico de las tumbas. Por otro lado, no podemos saber qué comunidad del entorno de la necrópolis dio lugar a su formación.

 

NOTAS

(1) Queremos agradecer la colaboración prestada en los trabajos de campo de 1984 a José Javier Andrés Cercadillo, Sergio Andrés Gonzalo y Yolanda Martínez Golvano, así como a los componentes del Cuarto Turno del Campo de Trabajo de “Numancia” en 1985. Hacemos extensivo el agradecimiento a Mari Carmen Morales que mecanografió el estudio.

(2) La progresiva alteración, en los dos años siguientes a su descubrimiento, de las tumbas que quedaron al descubierto debido a la acción de los curiosos, los ganados que ocupan la zona y la posibilidad de nuevas extracciones, fueron las causas que nos decidieran a realizar una limpieza de restos y una excavación de urgencia.

(3) PALACIOS, P. Memoria de la comisión del Mapa Geológico de España. Descripción física, geológica y agrícola de la provincia de Soria. Madrid, 1980. p. 397. I.G.M.E.: Mapa Geológico de España. Esc. 1:200.000. Síntesis de la cartografía existente: Soria. Madrid, 1971.

(4) CASTILLO, A. Del: “Necrópolis de Duruelo de la Sierra...”. p. 6 Idem.: “Necrópolis de Cuyacabras. Quintanar de la Sierra (Burgos). Excavaciones Altomedievales en las provincias de Soria, Logroño y Burgos” E.A.E., núm. 74. Madrid, 1972. p.23 Idem.: “Necrópolis del Castillo. Palacios de la Sierra (Burgos)”. E.A.E. núm.74. Madrid, 1972. pp 50-51.

(5) MARTIN-BUENO, M y LOPEZ ARMISEN, A. “La necrópolis medieval de Valcarlos...”. p 229. ZAMORA CANELLADA, A.: “Excavaciones en el Atrio Norte...”. pp.534-535. Idem.: “Datos en torno a la necrópolis medieval...”. p. 597.

(6) MARTIN-BUENO en la necrópolis de Hormilleja, para las tumbas de lajas pequeñas, da la fecha del siglo XIII (p 367), lo mismo que Fernández para las tumbas de lajas de Valeria (p1179), y que De la Casa en la necrópolis de Nuestra Señora de Tiermes, donde las tumbas de lajas “deben situarse a partir de la segunda mitad del siglo XII, y posiblemente se prolongue hasta el XIII” (Tiermes I, p.289).

(7) En la tumba-osario de la puerta de Atrio de San Pedro se hallaron dos monedas: la primera de ellas, un cornado de vellón de Enrique II (1369-1379) en la mano del esqueleto que yacía intacto, y una segunda, un cornado de plata de Sancho IV (1284-1295), en la zona revuelta de los pies de la tumba, perteneciente a una utilización anterior a la misma.

(8) Dicen los autores al respecto: “La necrópolis para esta área la podemos asignar desde finales del siglo XIII al siglo XV, en base a las monedas encontradas: una de Sancho IV de Castilla y otra de Enrique IV de Castilla” (p.13).

(9) SÁENZ GARCIA, C.: “Las fronteras de Castilla y Navarra a comienzos del siglo XI”. Celtiberia, 3. C.E.S. Soria, 1952. pp. 129 y ss. “De la división del Reyno entre Pamplona y Castilla, como la ordenaron el Conde D. Sancho y D. Sancho rey de Pamplona, como les pareció en concordia y buena conveniencia; conviene a saber, desde lo más alto de la sierra de la Cogolla al río de Valvanera y a Gramneto, adonde está sito un mojón; y de collado de Moneo y Biciercas y Pena-negra y de allí al río Razón donde nace. Después, por medio del valle de Gazala, adonde está sito un mojón y hasta el río Tera; allí está Garray, ciudad antigua y desierta, y hasta el río Duero. D. Nuño Álvarez de Castilla y el señor D. Fortuño Oxoiz de Pamplona testigos y confirmadores. En la era MLIV”. Al llegar la descripción de la frontera a Garray y al Duero se difumina, por lo que habría que pensar que al otro lado del río comenzase el dominio musulmán.

(10) ZAMORA LUCAS, F.L. “Monasterio de Santa María de Tera”. Celtiberia 3, C.E.S. Soria, 1952. pp.85-87. “El séptimo abad de Valvanera fue don Íñigo; hallose en el monasterio de San Millán de la Cogolla, con otros prelados y caballeros a cristianar un hijo del conde don García Ordóñez, día de San Miguel, año 1076. Este conde fue el poblador de Garray.

(11) ZOZAYA, J.: “Acerca del posible poblamiento medieval de Numancia”. Celtiberia, 40. C.E.S. Soria, 1970. p.214.

(12) MÉLIDA, J.R.: “Excursión a Numancia pasando por Soria”. Madrid, 1922. pp. 96 y 97. RAMOS Y FERNANDEZ, J.: “Algunas pilas románicas sorianas”. BSEAA. Fascículos XL a XLII, tomo XII. Valladolid, 1945-1946. GAYA NUÑO, J.A.: “El románico en la provincia de Soria”. Madrid, 1946. pp 239 y 240. QUIÑONES COSTA, A.M.: “Ermita de los Mártires de Garray”, Celtiberia 66, 1983, p.230. Dice textualmente: “Aunque las características estilísticas de la pila, dado su marcado arcaísmo e influencia mozárabe nos pudiera inducir a fecharla en la segunda mitad del siglo XI, el conocimiento de la fecha en que se inició la repoblación de Garray, en 1106, nos proporciona indirectamente una datación posterior”. Aunque el estudio estilístico lleva a la autora a las mismas conclusiones que a los autores anteriormente citados, el error al considerar el año de la repoblación, que dejamos dicho en la nota número 36, le llevan inevitablemente, a datar incorrectamente la pila bautismal.

(13) SAENZ RIDRUEJO, c.: “Soria durante...”. Op. Cit. P. 224. Repoblaciones con gentes cameranas dieron lugar a Almarza, Gallinero, La Laguna, Lumbrerillas, Matute, San Andrés, Santa Cecilia, Ventosa y Niera. Otro núcleo se formó con repobladores segovianos: Arévalo, Torrearévalo, Ausejo, Aylloncillo, Buitrago, Cuéllar, Pedraza, Segoviela, Sepúlveda, etc.

(14) ZAMORA LUCAS, F. “Un monasterio cisterciense en Tardesillas”. Celtiberia, 1 C.E.S., Soria, 1951, p.84

(15) Ibidem.: pp. 85 y ss.

(16) GAYA NUÑO, J.A.: “El románico...”. Op cit. Pp 238 y 239.

(17)  ZOZAYA, J.: “Acerca de un posible poblamiento...”. Op. P. 214.

(18) JIMENO, E.: “La población de Soria y su término en 1270”. Madrid, 1958.

(19) PORTILLO CAPILLA, T.: “La Villa de Soria y su término en la Sentencia de Concordia 1352”. Celtiberia, 58. C.E.S. Soria, 1979.

© Fernando Morales Hernández

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