In Memoriam - Gerardo Diego

Elena Diego Marín

(Conversaciones con la Soria ausente)

 

Era el uno de abril del año 1920, cuando Gerardo Diego llegaba a tomar posesión de la cátedra de Literatura del Instituto General y Técnico. El joven, vestido de riguroso negro, dado el reciente fallecimiento de su madre, bajó del tren en la estación de San Francisco. Tenía veintitrés años y era su primer destino. Su buen amigo, el poeta José de Ciria y Escalante le escribía, que se alegraba de su próxima estancia en Madrid: “ antes de enterrarte en Soria”... Mas lejos de enterrarse, en Soria empezó una etapa decisiva de creación literaria y también de felicidad personal. El muchacho, atildado y escueto, encontró una ciudad acogedora, un ambiente intelectual sorprendente, sensibles y adeptas señoritas que le solicitaban versos para sus abanicos y hasta presumibles efusiones concretadas en novia de hermosísimos ojos verdes, que nos contaría José Antonio Gaya Nuño. En un día luminoso de Enero del 2003, en su casa de Pozuelo de Alarcón, nos recibe su hija, Elena Diego Marín, jubilada como catedrática de Lengua Francesa y vicepresidenta de la Fundación Gerardo Diego.

“ En realidad adelanté unos años mi jubilación. En tal decisión influyó el hecho de que en aquel curso escolar empezaba a corresponderme impartir clases a las promociones de la LOGSE. Vi muy claro, que a esos alumnos los métodos educativos propuestos traerían una evidente desmotivación ante el aprendizaje de las materias formativas, y eso me asustaba. Al existir la  posibilidad de dejar la enseñanza de mi lengua materna,  algo que he sentido vocacionalmente, con sentimiento y pena solicité mi retiro. Decidí canalizar mis energías a ayudar en  la recuperación de la obra de mi padre y participar activamente en la celebración nacional del centenario de su nacimiento, en el 1996. Con anterioridad  ya había empezado a ordenar sus papeles. Él había dedicado sus últimas fuerzas a dejar  preparada para su edición la obra poética completa, quedando pendiente la tarea de recuperación de sus prosas, a cuya labor  me apliqué hasta completar los ocho tomos de las obras editados por Alfaguara. Pronto saldrá el noveno, dedicado a la prosa musical... Hablando de libros y de su tiempo soriano, creo que Soria sucedida, en la edición de Plaza y Janés, debe estar prácticamente agotada, si bien por el 96 el Ayuntamiento de Soria sacó una edición para obsequio de visitantes, el caso es que no sé si quedarán ejemplares...”

En Soria sucedida, Gerardo Diego muestra sentimientos e inspiraciones desde que se encontró con la ciudad, tras tomar el carromato llamado “La Pajarilla”, y se ubicó en la pensión sita en el Collado, en el número 46, conocida como la casa de las Isidras, teniendo entre otros compañeros de hospedaje al abad de la concatedral, Don Santiago Gómez Santa Cruz. Al día siguiente, se presentó en el Instituto para tomar posesión de su cátedra,  pero el Secretario, de avanzada edad y duro oído, le tomó por un nuevo alumno y le  pidió que se sentara en un pupitre. El  bueno de Gerardo, un tanto asustado, hubo de escuchar pacientemente la clase entre el resto de los escolares, hasta aclararse el equívoco, tras lo cual fue presentado al Claustro del Instituto.

“Para mi padre, su estancia en Soria fue un tiempo dichoso. Sus hallazgos le provocaban el mayor apasionamiento, siendo difícil de creer que un hombre de tamaña timidez pudiese ser capaz de concretar tantos ímpetus, que manifestaba en sus deseos de transmitir cuanto sentía. Sus entusiasmos podían concluir en el montaje de representaciones teatrales, en las que él también intervenía, celebradas en el desaparecido Teatro Principal, a cuatro pesetas por butaca, y con vestuarios alquilados a las casas especializadas de Madrid. Hay que decir que tan gratas experiencias que vivió mi padre en Soria solo fueron posibles gracias a que se encontró con un ambiente intelectualmente muy valioso y con una sociedad inquieta y viva, que marcaron su época inolvidable de estudio y pedagogía, y además tuvo tiempo para todo, para tocar el piano, preparar sus clases, componer su obra. Las evocaciones y sentimientos de aquella época fueron siempre con él y motivaron tanto el mantenimiento de contactos personales, en especial con Pepe Tudela o con Bernabé Herrero, o frecuentes viajes a Soria, como el del año 24, cuando en el forito de Mariano Granados, terminarían en Silos, donde surgió lo del: Enhiesto surtidor de sombra y sueño/ que acongojas el cielo con tu lanza...”

De Soria al nuevo destino que era Gijón, donde había conseguido la cátedra, y antes de marcharse, el 20 de mayo de 1922, se despidió formalmente de los sorianos con una conferencia sobre La Poesía Moderna. Pero, como bien nos patentiza el erudito y amigo personal de Gerardo Diego, José Antonio Pérez Rioja, nunca ni Soria despidió a Gerardo, ni Gerardo quiso despedirse de Soria. Volvería a ella en numerosas ocasiones.

“ Ya en el año 1924 volvió a Soria en las fiestas de San Juan y el 1 de Julio de aquel año sus amigos le hicieron un homenaje en honor al poeta Medinilla, cuyo descubrimiento arrebató a mi padre. En el 26 subió a la cumbre del Urbión y a la Laguna Negra. En el año 29 pasó unos días en Salduero. A partir del cuarenta y seis, y ya casado desde el 35, volvería con cierta frecuencia para intervenir en actos y conferencias. Con independencia de que muchas veces nos contaba, siempre con exaltación, cosas de Soria, representó para mí  una experiencia inolvidable la primera ocasión en que conocí la ciudad, en este caso acompañada de mi marido. Era un fin de semana, por Octubre, lucía un sol espléndido y  entramos a oír misa en Santo Domingo, ya empezada la ceremonia. El caso es que llegó la homilía, y el sacerdote mencionó a mi padre y empezó a citar sus versos. Obviamente, he de asegurar que nadie nos conocía en Soria, y menos el sacerdote oficiante. Me sacudió tal emoción, que no fui capaz de ir a agradecérselo y entrar en la sacristía tras la celebración. Cuando se lo conté a mi padre éste se sorprendió tanto como si años después hubiese visto como los monjes de Silos interrumpían las vísperas para que yo leyera unos poemas religiosos suyos. Otra evocación la marca el último de los viajes de mi padre a Soria, ya muy mayor, tras intervenir en una lectura poética. Decidimos ir a recoger a mis padres, para traerlos con nosotros hasta Madrid. Era también un domingo de otoño, y caminamos por el Collado, mientras mi padre, evocando tejados y fachadas, nos mostraba: “Aquí estaba la casa de las Isidras...”. Nos llevó al Instituto y recordó “el tiesto para la flor del salto”, que canta en un poema. Y subimos, el pobre ya muy despacio, hasta El Espino en donde asistimos a misa... Y al salir, se paró junto al olmo con la placa y la poesía de Machado, y nos reiteraba que no era posible que Machado, su reverenciado Machado, subiese con una enferma y de paseo hasta el cementerio. ¡Que tal afirmación era un disparate! O sea, que para mi padre, aquel olmo nunca pudo ser el que había inspirado al gran poeta...”

Soria, en el 96, con motivo del centenario de su nacimiento,  organizó  actos y exposiciones y hoy es su tierra natal, Cantabria, la que ha constituido la Fundación Gerardo Diego, a la que la familia aportó su biblioteca así como su hemeroteca para que quedasen en Santander, cumpliendo su deseo.

“En Soria se organizaron exposiciones en el Centenario del nacimiento de mi padre y he de agradecer el interés del Ayuntamiento y los desvelos de Esther Vallejo en el Instituto Castilla, así como el mantenimiento desde su creación, hace ya diecisiete años, del Premio de la Diputación que lleva su nombre destinado a descubrir autores noveles, tarea que el poeta también cumplió generosamente a lo largo de toda su vida. En cuanto a la Fundación, ubicada en Santander y con otra sede en Madrid en la Casa de Cantabria, es de ámbito nacional. Empezó a funcionar gracias al Ayuntamiento de Santander y al Gobierno de Cantabria que la dotaron de medios económicos  y de la Sociedad Menéndez Pelayo que le cedió parte de la Casa-Museo de Menéndez Pelayo. La entrega de su directora, la gran poeta Pureza Canelo, ha sido también decisiva. Ahora, la casa de Marcelino Menéndez y Pelayo está siendo reformada y habilitada y en breve esperamos tener allí, además de la importante Biblioteca de Gerardo Diego, su despacho con la idea de reconstruir su ambiente de trabajo...”

Hablamos de la poesía de hoy, y de aquella la desilusión de la profesora Elena Diego ante actitudes oficiales y sociales que hacían temer las desincentivaciones de estudiantes que la llevaron a adelantar su edad de jubilación.

“ Lamentablemente, desde los medios audiovisuales apenas hay incitaciones hacia lo cultural y en especial hacia la poesía. Te cuento una anécdota que me ocurrió hace unos meses, cuando en una de las Salas del Círculo de  Bellas Artes presentaba un libro de poesía Pepe Infante, y me sorprendió positivamente que hubiese muchos medios periodísticos a la entrada de la sala. Mi gozo se fue al pozo al percatarme de que la atención se centraba en la sala colindante, en la que iba a iniciarse otro acto cuya protagonista era una señorita llamada Mar Flores, y que alguien me aclaró que no era otra hija de Lola Flores... Hoy es un  pecado gravísimo el que se está cometiendo desde los medios audiovisuales, al priorizar otros y mas rastreros contenidos ante lo que no cabe sino lamentar el mínimo aprovechamiento de las nuevas tecnologías en unas tareas de transmisión cultural y artística. No obstante, a veces, surgen motivos para el optimismo como el que descubrí recientemente en Alicante con motivo de la edición de una antología infantil de la obra de mi padre, preparada por Anaya... Allí los niños recitaron y representaron, a modo de juego, los poemas de Gerardo Diego. O en Pozuelo de Alarcón donde los escolares de todos los centros educativos participaron en concursos de ilustración de poesía, convocados por el Ayuntamiento, presentando obras maravillosas de originalidad y encanto. En esas ceremonias poéticas se percibía el silencio y una vibración común, que solo se dan cuando hay transmisión y complicidad. Ahí, y me agarro a cuanto percibo en mis ocho nietos, piensas que todavía quedan resquicios para la esperanza...”

© Javier D. Narbaiza

(publicado en DIARIO DE SORIA el 2 de marzo de 2003)

Javier Narbaiza 

 
Gerardo Diego   
La Soria que conoció Gerardo Diego - Gerardo Diego y Soria - Entrevista a Elena Diego Marín
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